viernes, 15 de octubre de 2010

De los amores que matan a las palabras de amor por Liliana Bilbao

¿El matrimonio mata a la pasión entre los amantes? ¿La pasión mata?
Denis de Rougemont dice que cuando los apasionados están obligados a vivir juntos el filtro del amor deja de actuar, esto en clara alusión al matrimonio y a una de las historias de amor-pasión más conocida, la de Tristán e Isolda.
La forma de regular los vínculos libidinales -a falta de la relación sexual- siempre es un problema, pero se hace más acuciante cuanto más violentos son los tiempos.
La sociedad medieval era violenta. La Iglesia intentó diferentes métodos de regulación, entre ellos el matrimonio sacramental, pero si algo distingue este período de la historia es la invención del amor por parte de aquellos que sabían que la pasión tiene dos caras: una que mira hacia Tánatos, a la que es mejor apaciguar, y la otra hacia Eros. Esta mejor es conservarla ya que es la que nos hace elegir la vida.
En una sociedad tan masculina, rústica y agresiva, los trovadores inventaron una forma de relación entre hombres y mujeres basada en la "cortezia", en el arte de cortejar a la dama. Esto implica un gran cambio en cuanto a la concepción de lo femenino: la mujer va dejando lentamente de ser esa figura peligrosa, difícil de someter a la servidumbre y a la que se le atribuía siempre la probabilidad de cobrarse venganza.
Tanto en la mitología celta como en la novela caballeresca se representaba este aspecto inquietante e inhumano del goce femenino, en la figura del "hada".

En provenzal, el amor es femenino

La fin' amors -sinónimo de amor cortés- sintetizaba prodigiosamente una serie de valores provenientes de distintas culturas y épocas históricas: cristianismo, humanismo grecolatino y culturas orientales.
Este amor de libre elección, difícil, discreto, clandestino, en la mayoría de los casos platónico y a la vez adúltero; considerado como "el verdadero amor" venía a hacer frente al matrimonio por conveniencia o "falso amor", y a su vez enfrentaba a la Iglesia como la única capaz de garantizar el orden social.
La del siglo XII fue una verdadera revolución amorosa que aportó sus propias leyes del amor, sus propios tribunales presididos en todos los casos por mujeres que dictaban sentencia y creaban jurisprudencia, e inclusive existía la instancia de la apelación.
Pero "amor cortés" es un nombre general que en verdad nombra cosas diferentes.
La "lírica trovadoresca" es específica de la Provence -en el sudeste francés- y el "roman courtois" es del norte de Francia, más precisamente de la Bretagne. Con una marcada influencia de la mitología celta, las novelas caballerescas, parecen surgidas del más puro estilo romántico, muy cerca siempre de la tragedia y el exceso.
Hubo una reina, figura femenina prototípica de La Dama, que parece haber producido una vinculación entre estas dos corrientes. Se trata de Leonor, esposa de dos reyes franceses, nieta de Guillermo IX, de quien se dice fue el primer trovador. Dos veces excomulgado por la Iglesia -una por escándalos amorosos se distinguía por su carácter extremadamente alegre; escribió por ejemplo: "Haré un verso sobre absolutamente nada..."
En su viaje de regreso de Oriente, la reina se hizo portadora de este mensaje: "Sé cortés con las damas, háblales de amor".
Como se trató de un intercambio, también la fin'amors se enriqueció con los aportes bretones bajo la forma de los típicos valores caballerescos: el desprecio del sufrimiento y de la muerte.
Para tratar de remarcar diferencias de estilo y de concepción del amor podemos citar a dos monjes: Bernardo -quien proclamaba que "amaba por amar" y dedicaba sus versos a la Virgen- y nuestro muy conocido Abelardo -el apasionado esposo de una mujer muy especial, Eloisa- ubicado más del lado del "amante trágico".
Hay en el fenómeno del amor cortés una subversión del orden masculino, un desplazamiento del modelo femenino al mundo de las emociones y también un desplazamiento de la figura de la madre a la de la mujer, es decir, de aquella que valía por los hijos que traía al mundo a la idealización del misterio de la feminidad. No encontramos en toda la lírica provenzal referencia alguna al amor filial como sí las hay en el roman courtois.

Orígenes de la poesía provenzal.
Influencia árabe-andaluza.

Esta influencia mora fue introducida a través de los condes de Poitier que tenían contactos regulares con España.
La tradición árabe del amor udrí pone el acento en la seducción -casi sexual- de la dama, no de parte del poeta sino por la poesía, por el verbo.
Los Udríes eran un antiguo pueblo del oriente medio (noroeste de Arabia) que por vivir aislados entre montañas no adhirieron rápidamente al Islam. Para ellos, la mujer estaba en el lugar de Dios, pero la mujer de cada uno de los enamorados, es decir, una mujer. Pero preferían la perpetuación del deseo a expensas del goce sexual, pues la pasión conducía irremediablemente a la muerte. Entonces, era preferible la castidad, pero la de ellos. La clave para estos amantes era amar contra toda esperanza pues la mujer era inalcanzable: "cuando él busca el bien de la amada, ella le expone a la muerte", sostenían. La renuncia también tenía una razón de orden social: ellas amaban a estos poetas pero se casaban con algún hombre rico y poderoso.
Hubo tres obras fundamentales de la poesía udrí que contribuyeron al traspaso de esta ideología del amor a tierras del midi francés: El libro de la flor; El tratado del amor y El collar de la paloma. El último con la particularidad de defender abiertamente la unión carnal de los amantes; verdadero tratado de amor y de amantes, habla de la esencia del amor, de sus señales, sus secretos, uniones y rupturas, traiciones, enfermedad y muerte por amor. Es un libro lleno de teorías, historias, anécdotas y personajes que sirven al amor, como por ejemplo el extraño placer de un hombre depravado que ponía la carta de su amada sobre su miembro. Los poetas udríes hacen referencia al enfermo de amor que ama su dolencia y no quiere curarse.
El autor de El collar de la paloma conocía a Platón y lo seguía en su teoría de las almas esferas partidas.
Los trovadores también recibieron la influencia de los cátaros, pero transformando su riguroso ascetismo, la mort per amor -muerte para llegar más pronto al paraíso- en gay amors.
El punto en común entre trovadores, udríes y cátaros es el grado de sublimación amoroso y la posición hereje de los dos últimos grupos con respecto de sus Iglesias. Para los cátaros, la oposición radical entre el bien y el mal se extendía al cuerpo -de creación diabólica- y el alma y el espíritu -obra de Dios.
Rechazaban el matrimonio porque la procreación condenaba a las almas a vivir prisioneras de la materia. El problema entre los cátaros entonces, era tener hijos.
Los trovadores por su parte, rechazaban al matrimonio por encarnar el falso amor que respondía a algún interés.
Ambos compartían el lenguaje sagrado que luego utilizarían muchos místicos, principalmente las beguinas como Matilde de Mandeburgo, Margarita Porete o Beatriz de Nazaret.

La fin'amors

Era un amor solitario, secreto y complicado, que confería saber y alegría. La figura del marido era fundamental pues hacía del amor una experiencia peligrosa pero al mismo tiempo de cierta forma posible, porque se lo podía engañar. Estamos hablando de un amor extraconyugal y anticonyugal, pues aun cuando había unión carnal, se confirmaba que amor, pasión y matrimonio estaban irremediablemente separados. No será sino hasta el final de la Edad Media que se irá preparando el terreno para que el matrimonio se transforme e incluya la relación afectiva, aunque siguió siendo autoritario.
Para los poetas corteses, la seguridad de posesión que proporcionaba el estado matrimonial no daba cabida al deseo, único alimento del verdadero amor.
Hacia el final del siglo XII el amor cortés aspiraba al acto sexual aunque, en importancia, el goce del amor por sí mismo era mayor siempre. Ellos parecían saber que la pasión hecha de gozosa tristeza (fol amors), en el límite se ve amenazada por la muerte.
Los trovadores idealizaban a la Dama para exacerbar el deseo, para prolongar la joie d'amour y para destacar que aún cuando hubiera contacto físico con alguna mujer, La mujer no existe.
Los antiguos Señores feudales preferían gozar antes que amar, los amantes corteses gozaban amando.
Es necesario tener en cuenta que en el mundo de los trovadores, esa muerte por amor era simbólica, y el grado máximo de la pasión era representado en la figura del "loco enamorado", aquél capaz de amar a una que ni siquiera conocía tan sólo por haber oído hablar de ella, un sentimiento a la vez luminoso y sombrío. Pero en verdad, no se conoce un solo caso de un trovador que haya realmente muerto por amor.
El amor cortés es un paso más allá del amor caballeresco, que sí podía conducir a la muerte a su protagonista, allí cuando el peligro físico y el erotismo se entrecruzaban abiertamente. En este más allá podemos ver el pasaje del fol amor a la fin'amors. En el trobar se produce esa alquimia entre estas dos partes, o sea, entre el amor-pasión -en el sentido de padecimiento- tan próximo a la muerte y la fin'amors, más del lado del deseo y de la vida; poniendo al mismo tiempo de relieve que en cuestiones de amor, lo más importante es ser amante y no amado, así como la imposible unión entre ambos.
Para René Guenon, amor viene justamente de "a mor" es decir, a muerte; pero no hay que olvidar que la palabra clave de los trovadores era "joi", es decir, alegría, alegría de amar no disociada del deseo y del placer, pues la fin'amors nunca borraba totalmente la idea de felicidad carnal.

El amor y el lazo social

El amor-pasión dejaba al sujeto fuera del orden social; cada uno de los amantes está solo con su sufrimiento; tanto es así que en muchos casos se perdía la vida en el intento (Tristán e Isolda). En cambio, el amor cortés introducía dentro del orden social, haciendo posible el lazo, puesto que si bien el amor era secreto, la aspiración de los trovadores era ser escuchado.
Se puede considerar al amor cortés como una forma diferente a la del matrimonio de regular las relaciones entre hombres y mujeres, que incluía leyes propias que se hacían valer a través de las "cortes de amor" que fallaban sobre cuestiones de derecho público o casos particulares, es decir, en el orden privado. La misma Reina Leonor y también su hija María presidieron estas cortes.
La primera de estas leyes del amor decía que el matrimonio no era excusa válida contra el amor. Y las preguntas que se planteaban en las cortes eran de este tenor: ¿Puede darse el verdadero amor entre esposos? Quiero citar como ejemplo una de las más bellas de las sentencias dictas: una dama que hirió a su amante -un escudero- con un beso fue condenada a curar todos los días la herida con sus labios.
El historiador Huizinga señaló que la aspiración suprema de la sociedad medieval en el nivel de la ética fue dar un estilo al amor, elevar a la altura de un rito la violencia desbordada de la pasión. La Iglesia había hecho a su vez sus propuestas: las cruzadas y luego el matrimonio sacramental. Para Duby fue un medio muy sutil, más refinado para intentar superar el malestar provocado por el descubrimiento del punto muerto de la sexualidad y de enfrentar el insondable misterio del goce femenino. En este pasaje del temor, del tabú de la mujer a la exaltación, parecen decirnos que La mujer no existe, pero que en nombre de esa inexistencia se inventa un saber sobre el amor que produce alegría de vivir.
Trobar, en lengua de oc es a la vez inventar y descubrir, y también saber expresarse con "tropos", es decir, emplear las palabras en un sentido diferente del habitual. Los mismos trovadores bautizaron a su arte gaya ciencia o gay savoir, e inventaron un lenguaje para cortejar a las damas según las leyes del amor.
Jugando o enmarañando las palabras exaltaban la figura femenina conservando todo su valor de enigma.
La poesía se transforma así en una experiencia de saber y la lengua en un instrumento de creación.
Jugando con las palabras cernían algo del orden de lo desconocido, de lo ingobernable. El arte del gay savoir consistía en inventar algo singular a partir de esos "lugares comunes", dando así testimonio de un real -el de la no relación sexual- que continúa siendo enigmático.
Tanto el matrimonio como el amor cortés fueron instrumentos para encausar la sexualidad, regular el goce desregulado y velar lo real del sexo. En el caso del amor cortés, con un halo subversivo, desafiando la palabra del padre. Eran ellas las que tenían la última palabra en materia de amor.
De la pasión trágica de los caballeros a la alegría de amar de los trovadores, el sentimiento dominante era el mismo: "Sólo el amor hace digno al hombre".

Fuente: Revista del "Departamento de Estudio psicoanalíticos sobre la Familia - Enlaces"
(ICF - Centro de Investigaciones del Instituto Clínico de Buenos Aires) Año 2004

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